Trayectorias
JOSÉ SANFUENTES
La educación como un bien público, gratuito y de calidad
A partir del año 1981 en que me involucré en proyectos educacionales, me ha guiado la idea que el ser humano, a lo largo de su vida, acumula y cultiva experiencias, saberes y talentos; y que una apertura permanente al aprendizaje posibilita su transformación y la ampliación de sus capacidades y habilidades, para estar y ser en el mundo. “Educar es transformar”.
Fui fundador y subdirector del Instituto de Comunicación y Diseño durante sus tres primeros años, hasta que el año 1984 caí prisionero por declararme opositor a Pinochet y enviado relegado a Corral y luego a Chaitén. Me vi entonces, obligado a realizar una pausa en mi vocación educacional, la que duró seis años hasta el triunfo de la democracia en 1990. Luego fueron siete años notables los que compartí con una comunidad vibrante, en el proceso de transformación de un Instituto a una Universidad, ARCIS, que llegó a ser uno de los principales referentes del pensamiento progresista y la reflexión crítica del país.
Transformar la vida, en el trabajo y el emprendimiento
El año 1997, junto a mis socios, lideré la formación del Instituto de Gestión y Liderazgo, cuya inspiración consiste en colaborar en la transformación de las personas que quieren expandir sus posibilidades en el mundo, entrenándose en habilidades y competencias para “pasar del bando de quienes bailan la música que otros ponen, a poner la música, incluso a inventarla”. Atisbar nuevas posibilidades y tener ideas para el futuro no es suficiente sin destrezas que permitan hacer realidad los sueños, “hacer que las cosas pasen”. A eso me dediqué diez años, logrando formar un equipo humano que aún hoy permanece y que se ha multiplicado en diversas iniciativas de emprendimientos formativos, sociales y tecnológicos. En el camino, nos encontramos junto a centenares de miles de trabajadores y dirigentes sindicales, profesionales y artistas, emprendedores, pequeños y medianos empresarios y organizaciones humanas de diversa índole, con quienes compartimos aprendizajes que nos abrieron nuevas puertas y nos arrojaron a un mejor vivir.
Creatividad que cambia mundos
A partir de 2004, me correspondió acompañar a la comunidad Arcos, primero como Director académico y luego como Rector, desde 2007, en su proceso de transformación hacia uno de los referentes nacionales en el arte y la economía creativa.
Nos presentamos a la acreditación de la calidad de Arcos en el año 2006, este año 2023 cumplimos 17 años sucesivos de calidad reconocida. Crecimos de 690 estudiantes a 4.700, de 50 docentes a 360 y de 22 administrativos a 140. El Instituto se encuentra en una situación de inestimable estabilidad, buen patrimonio propio, sustentabilidad financiera, política de mínimos salariales asegurados, además de una política de género y diversidad precursora en el espacio de las instituciones de educación superior del país, sólo por nombrar algunos temas.
El año 2017, apenas se implantó la gratuidad para los Institutos Profesionales, transformamos el Instituto en Corporación sin fines de lucro, facilitando que el 75% de nuestros estudiantes estudien gratuitamente. Nuestros egresados son protagonistas activos de la vida artística y cultural del país y nuestras contrapartes y alianzas les tienen en alta valoración.
Apasionado por la libertad y el bienestar del pueblo.
Con el tiempo he llegado a comprender que la vida no es más que una sucesión de contingencias emergentes a las cuales la voluntad humana les imprime un rumbo. 1984 fue un año de un cambio radical en mi existencia. Mi vida discurría entre ser subdirector del Instituto de Comunicación y Diseño y mis quehaceres políticos clandestinos en la lucha por la libertad. Eran los tiempos del horror, de una dictadura militar que aplastaba sin piedad al pueblo; de una crisis económica y social, que asolaba a las mayorías empobrecidas; y en que se perseguía implacablemente a quienes osaban levantar la voz y rebelarse.
Estando en Valdivia, me hicieron llegar la información que un compañero, sometido a atroces torturas, había dado mi nombre como dirigente encubierto del Partido Comunista, al cual había ingresado a comienzos del año 1978. Regresé a Santiago. En el Equipo de dirección me plantearon que debía exiliarme o pasar a la clandestinidad, so pena que me podían matar. No era posible para mí, mi familia no se merecía ese infortunio. Decidimos salir a la ofensiva. Preparamos una conferencia de prensa para el día siguiente, con el doctor Manuel Almeyda a la derecha y el sacerdote Rafael Marotto a la izquierda. Luego me fui con ellos a la oficina del MDP (Movimiento Democrático Popular) y al atardecer con mi familia retornamos a nuestro departamento. Ahí nos esperaba una docena de hombres armados, que me condujeron al cuartel de Investigaciones y luego me trasladaron relegado a Corral. A los días me intentó secuestrar la CNI, de lo cual fui advertido por el teniente de Carabineros de Corral. Con el párroco Dirk de Witt y desde Santiago José Manuel Parada, alertamos a los medios, lo que significó que me trasladaran a la austral caleta de Chaitén.
Desde ese día de junio de 1984 me consagré exclusivamente, con el generoso apoyo familiar, a buscar la derrota de la dictadura de Pinochet y una salida democrática para Chile. Ya en mi juventud había sido detenido y maltratado en las cercanías de Chillán, con ocasión de una gran huelga campesina en el verano de 1969, y luego, hecho prisionero, también en Chillán, en octubre de 1973, acusado de conspirar contra la Junta Militar. En los años 80’, siendo Secretario General del Movimiento Democrático Popular y de la Izquierda Unida, fui víctima de varias encarcelaciones, por llamados a protestas, a la desobediencia civil y a la defensa de la vida, por “ofensas” al capitán general y la justicia militar, incluso por reclamar la libertad de jóvenes injustamente encarcelados y torturados con ocasión de la visita del Papa Juan Pablo Segundo. La última ve que visité la cárcel fue con ocasión de que se me aplicara el famoso artículo 8 de la Constitución de entonces, por dar a conocer en una conferencia de prensa, las conclusiones del Quince Congreso del Partido Comunista, en el cual había obtenido la primera mayoría en la elección de su Comité Central. Fueron años tumultuosos e intensos, llenos de adrenalina y compromiso, con nobleza y errores, pero siento que aporté con mi grano de arena a la gran corriente liberadora popular que finalmente derrotó a Pinochet y comenzó un proceso de transición democrática a comienzos de los 90’. Me retiré del Partido Comunista en agosto de 1991, por desavenencias con su Dirección.
Ferviente allendista
En la graduación escolar se escuchó decir al rector del colegio San Ignacio una memorable frase de Los Iracundos, … “cuantas veces nos han dicho tristemente, que las esperanzas jóvenes son sueños…” A fines de los 60’ en el mundo soplaban vientos de cambio, que en Chile se transformaron en briosos temporales. Allende se perfilaba como el próximo Presidente, quien despertaba profundas esperanzas en el pueblo y conmovía a las juventudes.
Ingresé a la política con ocasión de ser invitado a la formación de un nuevo partido, el MAPU, con presencia significativa entre los estudiantes y los jóvenes campesinos. Entonces había entrado a estudiar Economía a la Universidad de Chile. Tomé partido, con toda la fuerza de la juventud, tras el proceso de revolución democrática que encabezó el Presidente Allende. Fui dirigente estudiantil, jefe del “gap” de la escuela de Economía, luego jefe del comité local de la Universidad y encargado nacional universitario del MAPU. El golpe militar me encontró como jefe regional de la zona de Chillán, arriba de una camioneta, a las 7 de la mañana, luego de haber ido a una misión en la cordillera de Linares.
Hecho prisionero en octubre de 1973, tras pasar por Investigaciones y el Regimiento de Chillán, fui liberado condicionado a firma diaria en el Ministerio de Defensa, a la espera de un juicio que nunca se realizó. Entre 1974 y 1984, fui vendedor de zapatos en calle Puente, armé una distribuidora de artículos de oficina más una pequeña imprenta (ahí se inició la publicación de APSI), y trabajé un par de años como vendedor en una recién creada empresa llamada Bancard. El año 1981 me incorporé como profesor y luego como socio y subdirector en el Instituto que dio origen al Instituto Arcos.
Recuerdo con especial emoción mis años clandestinos en la dirección regional Santiago sur del MAPU y de director del DECAL, departamento de capacitación laboral, bajo el cual se reconstituyeron numerosas organizaciones sindicales y sociales de la época. En DECAL, apoyado por el Arzobispado de Santiago, contaba con el apoyo de dos “asesores” de inmensa valía y amistad, los sacerdotes Pierre Dubois y André Jarlán, obrero gráfico que también colaboró en el quehacer de la imprenta.
No soy de los que creen que la Unidad Popular fue un fracaso. El martirio de Allende simbolizó, como Balmaceda a su manera y época, el compromiso de vida con la democracia y en la convicción que los cambios sociales, incluso profundos, deben permitir preservarla. El Presidente Allende le cambió para siempre el rostro a Chile. La reforma agraria, la nacionalización del cobre, las reformas educacionales y sociales; y el gran impulso a los derechos del pueblo y su participación en la vida nacional, fueron condición de posibilidad de la modernización chilena y resuenan aún como grandes victorias en los corazones de millones quienes hoy se arrojan a las alamedas en la búsqueda de un nuevo porvenir.